domingo, 26 de febrero de 2017

Runabout

Como tantas noche y madrugadas, como en tantos amaneceres y noches en vela; me encontré a mí misma llorando nuevamente. El llanto no es un desconocido para mí. He llorado por muchas cosas en mi vida; por tristeza, de felicidad, inundada por la cólera, el amargo y vergonzoso llanto de la autocompación y el drenante y sentido que sólo trae un corazón roto.

Cuando era joven aún, solía entender perfectamente la razón de mis lágrimas. Nunca fui capaz de ponerlo en palabras, tímida y avergonzada de mis propios sentires, demasiado torpe e iletrada como para ponerle un nombre a lo que pasaba dentro mío. Demasiado ingenua para entender qué la extensión de lo que mi mente quería gestar. Empero, en mi fuero interno, allí donde uno es más humano- lograba darle sentido.

La conexión emocional que me llevaba a sollozar amargamente, a morderme los labios y presionar mis puños. Yo sabía lo que sentía mucho antes de que me atreviera a reconocerlo.

Al crecer, la razón comenzó a nublarseme. Mis recuerdos selectivos se encargaron de mantener vivos aquellas cosas que yo creía eran importantes, quizá pecando de dejar gran parte de la historia principal enterrada en las páginas arrancadas del metafórico calendario.

¿Por qué lloro ahora? me pregunto.

No puedo sentirme emocionalmente conectada a nadie. Al menos no a alguien que no conozco.
Pero, la verdad, es que entre tus palabras, enterrado en tus letras, creo que sigue la misma persona que conocí hace tanto.
Me pregunto si esas mismas lágrimas siguen siendo por los personajes de sangre de tinta y piel de papel, o si siempre te las he dedicado a ti.

Antes lloraba por tu tristeza, porque era envolvente y te ahogaba, con sus amargas olas de mar salada; como lágrimas.
Antes lloraba porque no encontraba otra manera de sentirme cercana a ti, mi manera patética e inútil de sentirme un poco más junto a ti. De compartir tus pesares y tus penas.
Antes lloraba porque te amaba y ni siquiera lo sabía.

Ahora, mi mente no está tan segura.

El sentimiento de constante tristeza se ha vuelto una cicatriz constante en mi pecho, una parte de mí que es incapaz de encontrar su propia existencia ahora.

Quizá lloro por que aún encuentro tu historia encantadora, el mismo sentimiento de un pordiosero al ser ofrecido de refugio.
Es como ver algo divino pasando por tu lado.

No puedes tocarlo y quizá nunca llegues a entenderlo.

Con sólo mirarlo sobra.