Repasando los días del calendario, noté algo peculiar.
El tiempo era un concepto que antes no me asustaba. Una variable que tenía presente siempre, como todas las demás que parecían afectar mi vida, era algo que pasaba y con lo que todos lidiabamos.
Aun ahora, no creo que temerle sea el termino correcto.
No me asusta. Es natural.
No me aterra. Que eso no sirve de nada.
Creo que solo, por un momento, le di más atribuciones que nunca.
Deje que su existencia y su efecto me llenara de miedo. Que alimentara las ya de por si torcidas ideas de mi mente. Que fuera combustible de pesadillas y látigo en mano de la imagen más idealizada que tengo de mi.
Una sombra pintada de rojos y blancos, mirandome con desprecio desde la parte más alta de mi calendario.
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