jueves, 20 de octubre de 2016

Hoy es uno de esos días.

De esos que parecen disfrutar riéndose en tu cara por los niveles increíbles de estupidez que tú mismo alcanzas, deleitándose con la desgracia que traes a tu vida y con la falta de tino que siempre ostentas.

Es extraño que empieze, nuevamente a usar esto, con una entrada de esta manera.
La primera vez que escribí algo así era para quejarme y sentirme un poco mejor con el problema que yo misma me había causado, como si intentara justificarme. Como si el simple hecho de sentirme mal con el asunto de pronto hiciera que yo estuviera bien en mi actuar.

Una accionar estúpido de una niña igual de estúpida.

Pero es normal, creo. Eso de querer quejarse, quiero decir. A veces uno solo necesita ventilar las cosas que le pesan en el pecho para sentirse mejor. Unos tienen amigos, familia o un terapeuta para eso. Yo, por mi parte, un blog y una inexistente audiencia que nunca leerá esto.

Hola, nadie, me llamo Massiel y me gustan los súper héroes.

Una parte de mi quiere creer que ya no es la niña que intenta vivir de falsas ideas y aferrándose a un inestable y fantasioso sueño futuro. Que no busca consuelo en personas inexistentes y colores brillantes.
Pero, y aunque realmente ya no soy la niña que solía ser y ya no creó que todo estará bien sólo por el hecho de querer creer en algo. Me encuentro con la agridulce sorpresa de que mi único confort siguen siendo las que no comparten el mismo plano existencial que yo.

Me pone en perspectiva notar que lo único que mantiene una sonrisa en mi rostro son personas con cuerpo de papel y sangre de tinta.

Que inmediatamente buscó confort en este lugar cuando el resto del mundo parace demasiado fastidiado con mi prescencia.

Dicen que el papel lo aguanta todo, quizá es por eso que también puede aguantarme a mí.

Hola, nadie. Nos vemos de nuevo.
Aún me llamo Massiel y aún me gustan los súper héroes.

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